La evidencia creciente de que la contaminación electromagnética genera diversas alteraciones fisiológicas y patológicas pone en nuestro punto de mira a este tipo de factores físicos al que la población más joven se encuentra expuesta durante una larga y decisiva etapa de su vida. El entorno escolar.
Los colegios e institutos están sometidos a innumerables campos electromagnéticos artificiales originados por la propia instalación eléctrica del edificio, líneas de transporte eléctrico cercanas, transformadores, antenas de telefonía móvil, wifi, teléfonos móviles e inalámbricos así como un gran conjunto de aparatos eléctricos que a priori facilitan el desarrollo de las tareas educativas y organizativas.
En España, actualmente existen unos 8 millones de niños y niñas con edades comprendidas entre los 3 y 16 años que pasarán a lo largo de su ciclo educativo más de 10.000 horas en centros en los que probablemente exista un elevado “fondo electromagnético”.
Los efectos biológicos de los campaos electromagnéticos artificiales pueden llegar a ser patológicos dependiendo del tiempo de exposición, de la dosis, de la potencia y frecuencia de los mismos, y de las características del organismo expuesto.
Reducir por tanto el tiempo de exposición y aumentar la distancia a las fuentes generadoras de contaminación electromagnética es fundamental para disminuir el riesgo en estos entornos.
Veamos qué podemos hacer.
Exposición a campos electromagnéticos
Muchos centros educativos, tanto los ubicados en grandes o medianas zonas urbanas como los situados en zonas rurales, están próximos a líneas eléctricas, transformadores y antenas de telefonía lo cual supone un elevado riesgo potencial para la salud del alumnado y personal docente. Sin embargo, otro factor importante de riesgo lo encontramos en el interior de los propios centros.Los elementos productores de campos eléctricos y electromagnéticos más habituales dentro de un centro educativo son: una instalación eléctrica defectuosa, la proximidad de aparatos eléctricos enchufados, los transformadores, los ordenadores, las pizarras digitales, el wifi, los teléfonos inalámbricos y móviles, etc.
La presencia de múltiples fuentes de contaminación electromagnética en el interior de un centro educativo hace que en muchas ocasiones el ambiente electromagnético del interior del edificio supere al que procede del exterior.
Es por tanto de suma importancia conocer el nivel de exposición a campos electromagnéticos generados en el interior de los centros educativos al que se encuentran sometidos alumnos, alumnas y personal docente.
En primer lugar debemos considerar que la instalación eléctrica es uno de los factores más preocupantes en relación a la contaminación electromagnética dentro del centro educativo.
El cableado del edificio es una potencial fuente emisora de campos electromagnéticos y al estar próximos al alumnado y profesorado, su efecto biológico es muy importante.
Conocer su ubicación y mantener una adecuada distancia de separación es una buena medida a adoptar para estar más protegidos.
En el caso del alumnado, alejar los pupitres o espacios de trabajo, estudio o lectura de paredes que contengan cables, aparatos eléctricos, etc., son algunos consejos que pueden seguir los chicos y chicas que crean que pueden estar afectados.
Dentro del aula, el espacio destinado al docente, generalmente situado junto a la pizarra digital, a paredes con abundante cableado y tomas de enchufe, en una mesa fabricada con materiales sintéticos y con diversos aparatos eléctricos conectados, es uno de los espacios de mayor riesgo que nos podemos encontrar.
Los aparatos eléctricos son los focos de radiación electromagnética más importantes en el interior de un aula. Debido a la proximidad a la que se encuentra el docente, la radiación que provocan puede ser preocupante. Muchos de estos profesionales son grandes candidatos a padecer las enfermedades y trastornos que están relacionados con la exposición a campos electromagnéticos y a la electrosensibilidad.
El docente deberá ser consciente de esta situación y solicitar a su responsable la evaluación de su entorno electromagnético para minimizar en la medida de sus posibilidades las fuentes de exposición.
Además, el uso de nuevas tecnologías como recurso educativo se está imponiendo en centros escolares y su frecuente uso está haciendo que estos espacios estén plagados de dispositivos permanentemente conectados y emitiendo señales en distintas frecuencias.
A los campos ya considerados debemos añadir por tanto los generados por estos dispositivos que hacen de las aulas unas auténticas “ollas” llenas de “caldo electromagnético”.
Conectar los dispositivos exclusivamente cuando vayan a ser utilizados y desconectarlos cuando no sean necesarios es una buena práctica que reducirá considerablemente el nivel de contaminación electromagnética presente en estos espacios.
Pedir a docentes y alumnos que apaguen sus dispositivos móviles al entrar en clase o ponerlos en “modo avión”, desconectar el wifi del aula cuando no sea necesaria la conexión a la red como recurso para el docente o priorizar la conexión de la pizarra digital por cable son acciones que mejorarían el ambiente electromagnético del aula.
Finalmente, trataremos otro factor físico de suma importancia en los entornos educativos que es necesario tener en cuenta para que el alumnado y el personal docente mejoren la calidad de su actividad durante la permanencia en estas instalaciones. Abordaremos el factor de la iluminación.
La iluminación puede considerarse un importante foco de contaminación electromagnética que genera fuertes campos que pueden afectar al alumnado y docentes que estén en sus proximidades.
Tradicionalmente, hasta hace algunos años los sistemas de iluminación más utilizados en el interior de los edificios eran a base de lámparas incandescentes.
Este sistema de iluminación presentaba la ventaja de no producir campos eléctricos y magnéticos significativos pero su consumo energético era muy elevado ya que prácticamente el total de la energía generada se perdía en forma de calor. Por este motivo fue progresivamente sustituida por la llamada “iluminación de bajo consumo” la cual ofrecía unas prestaciones similares a la de incandescencia con un consumo reducido de energía.
El problema que presentan estos sistemas de iluminación es que usan reactancias y transformadores que generan elevados campos electromagnéticos por lo que permanecer expuestos a ellos a corta distancia hace que alumnos y docentes se encuentren bajo la influencia de estos campos. Además, utilizan gas de mercurio para la iluminación lo cual los hace peligrosos puesto que el gas de mercurio es considerado como un gas venenoso y en caso de rotura de la lámpara, hecho que podría suceder con bastante frecuencia, haría que alumnos y docentes presentes en sus proximidades quedasen expuestos a este venenoso gas por inhalación.
En la actualidad se están implantando de forma generalizada los sistemas de iluminación LED. Podemos encontrarlos en todo tipo de dispositivos, desde pantallas de ordenador hasta lámparas para la iluminación del interior de las escuelas.
Ofrecen un consumo muy reducido y presentan una alternativa eficaz a la de bajo consumo.
Pero debemos considerar que este tipo de iluminación presenta un riesgo significativo para la salud debido a que es considerado como foto-tóxico que causa daños en la retina.
Es por tanto de suma importancia ponerse en manos de profesionales de la iluminación saludable e instalar un adecuado sistema de iluminación en los espacios más frecuentados por los alumnos y docentes que permita la mayor entrada posible de luz natural y utilice sistemas de iluminación artificial solo en casos puntuales.
¿Es mi colegio un edificio enfermo?
El conjunto de síntomas diversos que presentan muchos alumnos y docentes en el momento de entrar determinados centros educativos y que formulan quejas referentes a su salud en una proporción superior al 20% que, en general, no van acompañados de ninguna lesión orgánica o signo físico se diagnostica a menudo y por exclusión como síndrome del edificio enfermo (SEE).En muchos centros educativos pueden existir una serie de características que afectan y hacen enfermar a sus ocupantes debido a la presencia de materiales sintéticos y tóxicos, con sistemas centralizados de control de la ventilación y aire acondicionado, radiaciones, electricidad estática, etc.
Con frecuencia se trata de edificios de construcción ligera y poco costosa con superficies interiores en gran parte recubiertas con material textil, incluyendo paredes, suelos y otros elementos de diseño interior.
Se caracterizan por ser edificios herméticos en los que, por ejemplo, las ventanas no pueden abrirse aunque también suelen detectarse casos en edificios ventilados de forma natural.
Esta situación hace que se genere un exceso de electricidad estática en el interior de los centros.
Plásticos, fibras sintéticas, moquetas, cortinas, etc., presentes en muchos centros de educación infantil, favorecen la aparición de cargas electrostáticas que aumentan su concentración cuando la humedad del aire es baja. Situación muy común con sistemas de ventilación forzada.
Las superficies cargadas electrostáticamente atraen más polvo, como sucede en una pantalla de televisión.
Para poder eliminar o al menos atenuar las cargas electrostáticas se podrían adoptar medidas como conectar debidamente a tierra equipos eléctricos y electrónicos así como las piezas metálicas del mobiliario, aumentar la humedad relativa del aire, aumentar la conductividad eléctrica del aire y emplear materiales naturales en vez de materiales sintéticos.
Favorecer el uso de espacios interiores creados con materiales naturales, aislados de posibles fuentes de contaminación electromagnética artificial, con una adecuada iluminación natural y correctamente ventilados en combinación con el fomento de actividades en el exterior en contacto con la naturaleza son, sin lugar a dudas, acciones que ayudaran a mantener a nuestros alumnos, alumnas y docentes en el camino de la salud.
José Manuel López-Menchero González
Coordinador de la campaña Escuela sin wifi (Fundación Vivo Sano)
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