5 de febrero de 2014

Más allá de la etimología

Hipócrates sosteniendo un báculo o vara.

Si el desarrollo de la ciencia ha acompañado en mayor o menor medida a la Geobiología, aquella se mantiene cautelosa, incluso desconfiada por lo que se refiere a la Radiestesia o Rabdomancia. Se considera esta una disciplina mal llamada "pseudo-científica" por la incapacidad de explicarla o comprenderla.

Recurrimos siempre a una raíz latina o griega para ponerle nombre a las cosas y así, etimológicamente la Geobiología es la materia que estudia "logos" el impacto de nuestro planeta "geos" sobre la vida "bios".
Por su parte, el término radiestesia está formado por la palabra latina "radium" o radiación y la griega "aisthesis" percepción: el arte de hacer perceptible o consciente un fenómeno natural oculto de índole energético.
En el caso de la rabdomancia, esta procede del griego "rhabdos" vara y "manteia" adivinación.

Pero más allá de la simple aportación al enriquecimiento de nuestro vocabulario, la antigua Grecia destacó por algo más.



Hipócrates, al que se le considera el padre de la medicina, escribió que "La Salud es el lugar, el aire y los alimentos" en su texto "Sobre los aires, aguas y lugares" allá por el año 430 a.c.
Esta obra es sin duda una de las obras más relevantes del Corpus Hippocraticum (C. H.). Siempre ha gozado de singular estima entre los estudiosos de la medicina hipocrática, y ha sido atribuido por numerosos críticos al propio Hipócrates. Asimismo se le ha calificado como «libro de oro» de Hipócrates, por abarcar dentro de sí numerosos aspectos técnicos en extremo interesantes para los estudiosos de la ciencia antigua, en general, y los de la medicina científica, en particular. Se ha dicho con razón que «entre los escritos del C. H., ninguno capta el interés de la ciencia en mayor medida que este tratado.
"Sobre los aires, aguas y lugares" es un testimonio de valor incalculable para seguir la pista de teorías contemporáneas de diversa índole: filosóficas, geográficas, antropológicas y culturales.
Así, puede percibirse la idea de la íntima relación entre la situación geográfica de un territorio y la naturaleza de sus habitantes.
La idea predominante en todo el tratado es la dependencia del hombre respecto del entorno ambiental en donde se encuentra.
Hoy día se está de acuerdo en que el médico hipocrático, sirviéndose de los signos externos de la enfermedad (semeía, tekméria), de la observación cuidadosa del cuerpo y constitución del enfermo
y del conocimiento previo de las circunstancias ambientales e incluso astronómicas en que se desenvuelve el hombre enfermo, podía, sabía y quería ganarse la admiración, el aplauso y el reconocimiento monetario por parte de sus clientes, al manifestar, a la vista de un paciente dado, qué es lo que le ha sucedido antes y qué le va a ocurrir después.
La actividad pronostica de los hipocráticos es expresión de un designio técnico, diagnóstico y terapéutico,
todo a la vez. Es, efectivamente, un preconocer, más que un predecir.
A la hora de fijar las reglas terapéuticas, nuestro autor parte de la base de que el hombre es una parte del cosmos y se ve sometido, por ello, a la influencia de su entorno vital. La influencia de la situación de las ciudades en la salud; el papel jugado por los vientos en la conformación física y en el surgimiento de enfermedades; la importancia de las aguas en la salud y la enfermedad; los climas como factores decisivos en las condiciones somáticas y psíquicas de los hombres, etc., son algunos de los puntos esenciales en que gravita la terapia recomendada a los enfermos, según edades y sexos.
Según Hipócrates, quien quiera estudiar perfectamente la medicina debe conocer los efectos de las estaciones del año, especialmente en sus cambios; los vientos, tanto los generales como los típicos de cada ciudad; las propiedades de las aguas (ton hydáton tas dynámias); la posición de la ciudad respecto de los vientos y la salida del sol; el suelo, si es pelado o seco, o frondoso y húmedo, encajonado y sofocante, o elevado y frío y el tipo de vida de los habitantes, especialmente en lo relativo a ejercicios corporales, comidas y bebidas.
Si uno conociera todos esos datos, dice el autor, «no ignoraría, al llegar a una ciudad que desconoce, ni las enfermedades locales, ni cuál es la naturaleza de las enfermedades comunes, de suerte que ni andaría confuso en el tratamiento de las enfermedades (en téi therapeíei ton noúson), ni cometería errores, cosa que es natural que suceda, si se medita en los casos concretos sin conocerlos de antemano».
El médico presta atención no sólo al enfermo, sino también al universo cósmico en que el hombre se encuentra inmerso: astros, territorio, orientación, clima, estaciones del año, aguas y vientos.
El testimonio de Platón sobre Hipócrates, a saber: que es imposible comprender la naturaleza del cuerpo sin conocer la naturaleza del todo (Fedro 270 c. ss.), sería precisamente Sobre los aires, aguas y lugares, donde aparece una verdadera teoría sobre las constituciones humanas, según sexo y edad.
El médico ha de informarse «acerca de la naturaleza del terreno: si es elevado y seco o frondoso y húmedo, y si está encajonado y es sofocante, o elevado y frío». Esas cuatro cualidades son debidamente asumidas al final del tratado y sirven para determinar las cuatro clases de países y de los respectivos habitantes.
Podemos concluir diciendo que Sobre los aires, aguas y lugares, escrito hipocrático de primera hora (en torno al 400 a. C.) que forma una unidad literaria y lingüística evidente, aun dentro de los titubeos y vacilaciones propias del momento fundacional de la ciencia médica y del tratado científico, refleja una mentalidad pronostica, atenta a la terapia y preocupada por la etiología de las enfermedades.
La actitud vigilante respecto a la geografía, la meteorología y la astronomía, en sentido amplio, no excluye en ningún caso la profunda inquietud somatológica de nuestro autor, convencido, en última instancia, del papel decisivo que tiene el cosmos en la génesis y desarrollo de las enfermedades, e incluso en la constitución y forma de comportarse de los habitantes de un país concreto, en la línea de lo que venía siendo postulado por los más conspicuos representantes de la filosofía jonia.

Tras lo expuesto, cabe una última reflexión: Si la medicina considera esta obra un "libro de oro", ¿como puede seguir considerando a la geobiología una pseudo-ciencia?

Fuentes:
El uso práctico de la intuición, Raúl de la Rosa.
Pronóstico y terapia en el tratado Hipocrático «SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES». Juan Antonio López Pérez U.N.E.D.
http://www.saludterapia.com/
http://www.summagallicana.it/

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